Relato 20: Cuento El conejito que sabia volar.



En 1996 fui la responsable del AMPA del colegio Cervantes de Castelló, donde iban mis hijos e hija a estudiar. Uno de los varios proyectos que impulsamos fue editar una revista infantil. Apenas si teníamos medios, todo era casi manual, a base de fotocopias y auto encuadernacion. En una revista participé como escritora y dibujante, con un cuento que potenciase la imaginación y el hábito de la lectura. Aquí os dejo unas fotos del cuento original y esta versión (apenas hay cambios) que he hecho, 24 años después. 

No cerréis nunca la puerta a la fantasía, aunque crezcáis y os hagáis mayores. Y si piensas que no puedes ser un buen escritor/ra  (aunque yo sé que sí puedes) al menos no hagas como el señor ratón del cuento, que desprecia la lectura. Toma un libro, los libros no muerden, léelo despacio, saboreando las escenas, imaginándote al autor o autora,  cómo en la soledad de su casa va escribiendo cuentos, relatos, para luego tu, y cientos de niñas y niños, de todas las razas, condiciones sociales y edades, vuelen con las alas de la fantasía, sueñen y sean capaces de vivir mil vidas. 


" Aquel invierno era tan frío que el bosque y hasta más allá de las altas montañas, se veía cubierto por una espesa capa de nieve. Los animales apenas si encontraban comida con la que sobrevivir durante tan fríos días, a la espera de que llegase de nuevo la primavera. Nuestro amigo el conejo se encontraba protegido dentro de su madriguera. Hacía semanas que no salía, alimentándose de una buena ración de nabos y zanahorias que previsoramente almacenó semanas atrás en la despensa.
¿Y creéis que se aburría? pues no, y eso que él no tenia ninguna consola, ni televisor, ni ordenador, ni móvil, ni siquiera una simple radio. Pero poseía algo más valioso. Algo que nadie, por mucho dinero que tenga, nunca podrá comprar. Algo invisible,  mágico y gratuito. ¿Qué puede ser os preguntareis más que intrigados? pues nada tan simple pero precioso como la imaginación y la fantasía. 

Nuestro conejito pasaba aquellos días sentado al lado de la ventana, viendo caer los copos de nieve y escuchando cómo el viento susurraba como voces lejanas. Aquellas voces lograban despertar su imaginación, tanto que conseguía, con las alas de la imaginación, sobrevolar el bosque blanco hasta alcanzar otros mundos, otros tiempos. 
Un día soñaba que era un aventurero con capa y espada, capaz de ganar mil batallas con astucia y bravura contra los más fieros piratas, otro día se inventaba que era un arqueólogo explorando áridos desiertos hasta descubrir una tumba de un gran faraón,y dentro encontrar una momia y un tesoro, otro día imaginaba que era un valiente astronauta que con su nave volaba más allá de donde alcanzan los pájaros, viajaba incluso hasta galaxias vecinas, en otra ocasión imaginó que dentro de un submarino bajaba a las más oscuras profundidades marinas donde sus habitantes hablaban al revés, incluso en una ocasión inventó que una bruja lo convertía en uno de aquellos animales grandes y feos, que disfrutan quemando bosques y maltratando a los animales, esos bichos llamados seres humanos... ¡Qué espanto!
Un buen día se le ocurrió coger un lápiz y varias hojas comenzando a escribir aquellas historias que hasta el momento solo existían en su mente. Lo más maravilloso de todo es que cuanto más escribía, más cosas se le ocurrían, cada vez más sorprendentes y bonitas. Así, día a día, el conejito llenó de cuentos hojas y hojas de papel, que guardaba dentro de una caja de madera. 

El invierno terminó, el sol derritió la nieve, 
continuará (pendiente de publicarse) 

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