Relato 17: El pijama

Sentada delante de la mesa miro la hoja de folio en blanco. Cavilosa doy vueltas al bolígrafo refunfuñando:
- Mañana tengo cita con la psicóloga, debo  llevarle esta hoja con algo escrito… y no se me ocurre nada… uff…. bueno, a ver…  ¿Y porqué tengo que escribirle  algo?...
Me digo haciendo rodar el bolígrafo sobre la mesa, incómoda por la situación. 

- Pues le llevo la hoja  en blanco y en paz… al fin y al cabo llego a su consulta y ella solo abre la boca para decirme: “A ver, cuéntame, ¿qué has escrito esta semana?”.¡Ja! Qué fácil, que le haga yo todo el trabajo…
Respiro hondo, con lentitud, tal y como ella me ha enseñado para superar los momentos de ansiedad.  Y cuento: 10-9-8-7- ….. Concluyo la cuenta atrás con una sonrisa socarrona y diciéndome que ya he encontrado un motivo de enfado que anotar en ese odioso folio en blanco. Lo observo. En él figuran cuatro recuadros, con sus encabezamientos  ordenados:
 ko en blktar como poco sospechoso o insultante para algunas personas, asi que opte por el lado mas comodoSituación, 2º Pensamiento, 3º Emoción y 4º Consecuencias.
El papel me reta, me recuerda que debe presentarse con la tarea de la semana hecha. Así que deseando cumplir, escribo:    
1.- Situación: El papel sigue en blanco y debo explicar algún suceso que me haya producido tristeza o ansiedad esta semana. 
2.- Pensamiento: No encuentro nada que contar mañana en mi sesión de terapia.
3.- Emoción: Me pongo de  mala leche.
4.- Consecuencias: Acabo de escribir esta tontería. Aaajjjjj!!!!
Suelto el bolígrafo sobre la mesa y empiezo a hablar sola, como hacen los niños, los borrachos, los locos… o  las almas solitarias…
- ¡¡¡ Es que no tengo nada que contar… nada de nada…!!!
 Uhm… ¿De veras es así, no tengo nada qué contar?... ¿Y lo del otro día no me sirve? ¡Pues no! Porque fue solo una tontería…Uhm…  ¿Seguro que fue solo una tontería? Porque si es así… ¿Cómo es que me puse como una moto? A ver…no exageremos, porque… ¿Quien no se pone como una moto acompañando a comprar a una adolescente? ¡Cualquiera se pone! Tenga depresión o no. Vamos, relax… analicemos a qué viene tanta alteración. Pensemos porqué si solo fue una tontería no me he podido quitar de la cabeza lo que sucedió…. Recapacita… esto tiene que significar algo… encuentra la razón encerrada en tu subconsciente… para eso vas a terapia. A ver… seguramente no es lo que sucedió en la tienda lo que me mantiene cavilosa. No. Es otra cosa… porque sé de sobra que eso que califico como “tontería” me dio una bofetada en plena cara. Bofetada “virtual” pero bofetada al fin  y al cabo… Así que… ala, ánimo, coraje,  y cuenta  en esa hoja eso que tu llamas “tontería”.
Así pues tomo el bolígrafo y escribo dentro del recuadro:
Situación:
“Sábado por la mañana, entro  con mi hija en una tienda de ropa interior, buscando un pijama. Un simple pijama. Me dirijo a la dependienta indicándole:
- Buenos días. Quisiéramos un pijama de verano para ella.
La dependienta nos sonríe, observa a mi hija y sin preguntar coloca sobre el mostrador tres cajas, las abre y despliega tres pijamas juveniles de estampados chillones. Al percatarse de nuestra reacción poco entusiasta, saca algunos más. Seguramente piensa que impresionándonos con tanta prenda para elegir, conseguirá una venta.
En la mirada de mi hija adivino que no le gusta ninguno, por eso le digo a la mujer:
- ¿No tendría algo con menos… dibujos ?….
La vendedora, disimulando cierta contrariedad, saca dos pijamas mas, lisos y pálidos esta vez, pero con puntillitas y encaje por los ribetes. “De abuela” intuyo que debe de pensar mi hija. La mujer se dispone a mostrarnos más pijamas de ese estilo, por eso le digo rápidamente:
- No… no hace falta que saque mas de ese estilo, ¿no tendr…- pero ella detiene mis palabras pasando al segundo “asalto”: Levanta los pijamas, nos los acerca a la cara, los alaba, toca la tela y nos invita a que comprobemos in situ su “exquisita textura”. Para concluir resalta lo bonitos que son los encajes en unos y los estampados de animalitos y florecitas en otros… todos tan adecuados para una joven tan bonita como mi hija. Pero mi hija no le devuelve la sonrisa cómplice que ella busca. Así que entramos ya en el tercer “asalto”. La dependienta se dirige esta vez únicamente a mi, repitiendo una vez mas lo que acaba de decirnos, recalcando cada una de las palabras, presionándome para que comparta su opinión, por que al fin y al cabo yo soy la madre, la que paga y por tanto, la que manda y decide.  Por eso busca mi colaboración para convencer a mi hija y consienta con esta compra. Y lo consigue. Por unos momentos estoy bajo su influjo. Soy capaz incluso de decirle a mi hija:
- ¿No te gusta ninguno? Mira si hay para elegir…- e intento persuadirla de que  escoja  uno,  uno cualquiera con el que dar por terminada la compra… y la presión de la dependienta.
Pero los ojos de mi  hija me responden rápidamente en silencio: Nanai de la china.
La dependienta también entiende nuestro lenguaje de “signos” pero lo disimula muy bien permaneciendo invariable con su táctica. Percibiendo que yo respeto la opinión de mi hija esta vez se dirige a ella reiterándole lo lindos que son. Mi hija consiente en mirarlos de nuevo, mostrando un interés que no siente y por educación no le discute lo lindos, o no, que a ella le parecen. Esa actitud hace que la vendedora crea cercano la materialización de la venta. Así que redobla la presión, el apremio,  creándose en pocos segundos cierta tirantez en el ambiente. Se podria incluso escuchar “en el aire”:
Vamos  jovencita, di simplemente… sí… sí… siiiiii
Pero no sucede eso,  mi hija no dice el “si” que ella espera, sino que esboza una leve sonrisa antes de disculparse con un:
- Si…son bonitos… pero es que… mire… no son como yo los quería…yo… había pensado en otra cosa…
La mujer la mira unos segundos contrariada,  pero reacciona inmediatamente aparentando que está sorda. 
 
continuará (pendiente de publicar) 

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