RELATO Nº 5 . Juanjo Ballesta no lo sabe.

Juanjo Ballesta no sabe lo que en cierto momento significó en mi vida. No mal penséis. Paso a explicarme. Lo conocí interpretando su papel de “El Bola”. Él apenas tenía 11 años, yo 35. Sus ojos rasgados, tan rebeldes a veces, tan indefensos otras, me cautivaron.

Lo volví a encontrar pocos años después en en “Cuarta Planta”. De nuevo bordó a la perfección uno de esos personajes que pocos como él saben interpretar de manera tan natural: mezcla de tunante, buena gente, y… desgraciado.  

Los azares de la vida hicieron que cayera en mis manos una revista donde salía su fotografía vistiendo el pijama a rayas azules que llevaba en la película. Todo peladito él... con esa mirada suya, que te lo dice todo sin necesidad de usar  palabras.
Todavía hoy me pregunto qué me impulsó a coger las tijeras, recortar su silueta y pegarla con un imán en la puerta del frigorífico, junto a la fotografía de uno de mis hijos que ya llevaba alli colgada desde hacia meses. Al hacerlo observé el parecido físico de Juanjo con mi hijo menor, Lluis. Pasaron algunos años,  y esa fotografía y ese recorte de revista permanecían allí, en la puerta de la nevera, amarilleándose por los humos del cocido, el pollo asado…y haciendo compañía.

El conector entre mi hijo, Juanjo Ballesta y yo comenzó en la primavera del 2007. 
El buen tiempo hizo que mi LLuis me reclamase pantalones cortos. Recuerdo ese día. Porque son momentos que se quedan grabados en tu memoria, por arañarte el alma y dejar su cicatriz.  Lluis se echó en el sofá a mirar la tele, yo estaba enfrente y mis ojos se posaron casualmente en sus largas piernas. Cuánto había crecido mi niño  aquel último año. En ese momento algo me llamó la atención.  Lluis, aburrido, estiraba las piernas, las encogía, las doblaba, las abría… y yo le miraba. Un muslo se veía diferente al otro, más abultado justo antes de llegar a la rodilla. Recordé  una caída en la playa el año anterior,  se  lastimó en aquella zona, aunque no podía jurar que fuese en la misma pierna. Terminamos en urgencias y tras una revisión táctil le recetaron una bolsa de guisantes congelados para rebajar el hinchazón, y algo de descanso.

¿Seria aquel incidente la causa de aquella forma un tanto extraña de la pierna? Me acerqué y empecé a palparle la pierna. Por supuesto Lluis refunfuñó, típico en plena edad del pavo... Me maldije en silencio por haber permitido cierto secretismo entre madre e hijo. Había consentido aquel distanciamiento porque él tenía 13 años y  el vello le había empezado a crecer, al mismo tiempo que aparecía su timidez, su reserva, el encierro en el baño, el cubrirse enseguida el cuerpo, el  “no entres que me estoy cambiando…” 

Las quejas de LLuis ante mi palpación en su pierna, alegando que eran tonterías mías,  sirvieron para dejar por unos días el tema. Si aquella pequeña malformación era producto de una mala curación de la caída, ya poco se podía hacer... ¿ mejor olvidarlo?... el niño hacia vida normal, no le dolía, visualmente  apenas era perceptible sino a través de los ojos una madre observadora y ahora, con sentimiento de culpa. Este sentimiento me hizo asaltar de nuevo su pierna unos días después, a pesar de sus protestas. Se le palpaba algo duro... era... ¿cómo explicarlo? era como si todo aquel trozo de hueso hubiese crecido uniformemente hacia afuera. No daba crédito. ¿Acaso cuando se cayó en la playa se rompió el hueso y se le selló mal? Imposible, una rotura de hueso da dolor, cojera. No mujer, no, que no. Imposible. Entonces... ¡¿Qué era aquello?!


Fue en ese momento cuando tuve la visión: La mirada al infinito de Juanjo vistiendo un pijama a rayas. Impulsivamente eche a correr, llegué a la cocina y me planté delante de la nevera. Miré a Juanjo Ballesta, directamente a los ojos. Nos hablamos en silencio, él diciéndomelo todo, yo preguntándole, entre asustada e indignada:
¿Es eso lo que me has estado diciendo todo este tiempo y yo sin enterarme? ¿Mi hijo tiene un tumor como el que tu y todos los niños de  "Cuarta planta" teníais?
Retazos del film llegaron a mí, a pesar de haber pasado varios años:
" ....aparece en los primeros años de la adolescencia, cuando dan el tirón,... se descubre por casualidad, casi siempre porque te caes y te hacen una radiografía… algunos son benignos, otros son mortales… ".

Y también de golpe recordé a mi amiga Manoli. No hacía ni una semana - si, ni una semana - que la habían enterrado. Cáncer en el estomago y tumor en la tibia. En casa habíamos  vivido su diagnostico, su enfermedad, su lucha y su derrota. 
¡¡¡¡ No, a mi hijo no !!!!!
No dije nada, todavía no había que decir nada. Ni alarmar al personal por aquella conversación entre el niño pelón de la foto de la nevera y yo. Simplemente comenté, como quien no quiere la cosa: “cogeré hora para el medico de cabecera...”.
   
Un día después la pediatra le palpó la zona, me miro  y disimulando frente a Lluis, comentó que no era urgente, pero me mandaba unas radiografías para hoy. A la media hora ya estábamos en el departamento de radiología. El tiempo de espera para los resultados se me hizo eterno. La enfermera salió con el sobre para entregar al traumatólogo. Me miró de una manera extraña, como quien te da el pésame. O eso me pareció a mí, porque de pronto tenía la extraña sensación de que aquello era un secreto a voces…¡ y yo sin enterarme!
El sobre no llegó cerrado al medico. Lo abrimos y miramos su contenido en la calle, juntos, mi hijo LLuis y yo. Núnca han habido secretos entre mis hijos y su madre. 
¿Qué por qué hice aquello? Porque la información da tranquilidad, sea la que sea. Conoces qué enemigo tienes enfrente. Y cómo hacerle frente. 
Eso si, fuese cual fuese el resultado no iba a mostrar ningún  signo de histerismo, sino todo lo contrario, tenia que mostrar una extrema normalidad porque mi hijo identificaría mi reacción con el grado de posible peligro que corría su vida y eso... no podía permitírmelo, ni permitírselo. 
Solo comenté alzando la radiografía un poco a contraluz: 
- Mira,  el hueso en esta zona se te ha ensanchado, te ha crecido más de la cuenta… ya veras, no tendrá mucha importancia...
Y el asintió, porque debía, debíamos creer aquello. 


A esas alturas yo ya había navegado por Internet y sabia qué significados tenían un amplio abanico de palabras terminadas en …condroma.
Mucha templanza nos hará falta para salir del apuro - me dije tragando el nudo amargo que me oprimía la garganta y el corazón.
¿Cómo no me he dado cuenta antes? -  golpeaba esa pregunta en mi cabeza  como una cinta sin fin… luego venían las recriminaciones: .... el trabajo, las obligaciones... sin tiempo parar mirar como toca a tus propios hijos ... 

El especialista resultó ser un chico joven. Enseguida se interesó por el tema y llamó a un colega que le doblaba la edad y seguramente  la experiencia. Hicieron de nuevo hincapié en no darle mayor importancia al tema, pero nos mandaron radiografías de todo el cuerpo y un tac… Lluis y yo aparentamos acatar las ordenes con mucha naturalidad, pero cruzamos las miradas pensando :
- Es lo mismo que le mandaron a Manoli en los primeros días de detectar su enfermedad....
Lluis apenas despegó los labios en la consulta, pero me observaba, a mi, y no al medico, como a la espera de reaccionar de la misma manera que lo hiciese yo.
Y yo lo hice como me había propuesto: con estoicismo. 


Recuerdo que durante aquellos días mi hijo se comportó con una serenidad impresionante. Aquello me produjo alivio, pero también temor,  por si era incapaz de exteriorizar sus verdaderos sentimientos. Y así debió de ser porque en un momento de debilidad, comentó, como quien no quiere la cosa: 
- He debido de comer algo que me ha sentado mal, por que solo hago que ir  al baño. 
Yo le contesté que efectivamente sería así, que a mi también me pasaba, seguramente a causa de algún virus intestinal, de esos que van por ahí a temporadas...  prepararía por unos días, dieta blanda.


Otro día me comentó: 
Le tenía que tocar a alguien y mira, me ha tocado a mí, como le hubiese podido tocar a otro. Ya ves, son las cosas de la vida. Y la estadística.... yo formo parte de ese 1 por cien....
Para rematar, añadió: 
- Madre… ¿tú piensas que hay vida después de la muerte?
Me costó unos segundos asimilar la pregunta y poder contestar sin un temblor de voz: 
- Sabes qué opino sobre la iglesia... pero una cosa es la religión y otra muy distinta  lo que te dice el corazón sobre ciertas cosas... si... yo creo en la vida después de la muerte, pero ya ves, quizás esté equivocada, quizás no exista nada, nada de nada…
- Bueno… si es así… que no existe nada, pues te duermes y ya no te enteras... no vives, pero tampoco sufres. Y si existe algo, pues vives otra vida... pero también es una putada, porque dejas de estar con la gente que quieres...
- Lluis, no te preocupes por ello, por que no te vas a morir, del tumor por lo menos. Un dia sí morirás, pero será por otra causa y de viejo seguramente. Eso sí, igual que te aseguro que no te vas a morir también te aseguro que tienes una temporada de radiografías, tacs, seguimiento, y lo que venga... si, eso no te lo quita ni dios, pero morirte, no te vas a morir… me entiendes… ¿verdad?... es muy importante que me entiendas...
Él asintió con la cabeza y dimos por terminada la conversación.  Creo que eso le tranquilizo. Ver mi sinceridad, mi aparente seguridad. Él ignoraba que cuando a mi me entraba el ataque de ansiedad cogía el perro,  las gafas de sol mas grandes que tenía en casa, y un paquete de pañuelos. 
Por aquellos días mi perro paseó más de lo habitual.  Cuando volvíamos, él estaba rendido y yo había machacado a la impotencia y la ansiedad.

Por varias semanas no pude explicar a nadie lo que nos sucedía. Solo a mi marido  y a mis otros dos hijos. Porque me era imposible expresar en voz alta:
- “Mi hijo tiene un tumor en el fémur”.

Conseguir decir esa frase entera en voz alta me costo cerca de dos meses. Ni es broma ni estoy exagerando. A día de hoy pocos conocidos lo saben. Para que me entendiese mi amiga Asun (fue la primera por la que me decidí a exteriorizar aquella angustia interior) tuve que repetírselo varias veces, por que el nudo que se me hacía en la garganta era tan espeso que me cortaba la respiración y dejaba la frase  a medias. La pobre, a la espera de una mejor explicación por mi parte, intentaba terminar mi frase preguntándome: ¿ es que te separas de tu marido, te has peleado con tus hermanos, tienes algún problema en el trabajo?... ella conjeturaba con todas las posibilidades, menos con la verdadera.  

Durante estos años el tumor oseo benigno conocido como osteocondroma, le ha deformado un poco esa zona de la pierna.
Nos dicen los médicos que  no es recomendable operar, porque es de base amplia y quitárselo supondría debilitar esta parte del hueso.  Además  no le produce ningún daño ni es maligno.  Solo es necesaria una revisión anual y control  permanente por nuestra parte.
De momento nosotros nos quedamos con esa respuesta. Por lo tanto,  es una historia inacabada. El verano siguiente, aprovechando mis vacaciones, Lluis y yo nos cogimos las mochilas y nos lanzamos al Camino.  Desde Roncesvalles a Santiago de Compostela. Los dos solos, mano a mano. No buscamos con aquello ofrendas milagrosas ni nada por el estilo. Sino solo proclamar muy alto nuestro inmenso amor a la vida... 


Por cierto, en el momento es que pasó aquello, quité de la puerta de la nevera la foto de Juanjo con su pijama a rayas. 

Fui incapaz de mirarle de nuevo los ojos. 
Fuí incapaz de tirar el recorte a la basura.
Lo guardé dentro de un bote que tengo en la cocina, lleno de recibos. Todavía sigue allí.   


Lluis y Juanjo han seguido creciendo... compartiendo algún que otro parecido físico. Pero sin más conectores. En estos momentos Lluis ya va a la Universidad. 

Juanjo es un talento aun por descubrir y valorar como se merece. Yo le voy siguiendo, de alguna manera, siento que forma parte de mi familia. ...  " 7 Vírgenes, Ladrones, Cabeza de perro, Bruc, Entre lobos... "


Como siempre, ha bordado a la perfección esos extraños  personajes...  tan al borde... del mismo abismo. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Relato 11: Palmira Plá, mas que una maestra republicana.

INDICE / ENLACES directos a los relatos.

Relato 14: 3 microrelatos premiados