Relato 9: Desde la Bruna.


... hundirse y nadar, con anchura y libertad.

Adelita corre por el patio, alcanzando el lavadero. Lleva su tortuga en la mano y la suelta en el agua. Observa sus maniobras por unos minutos, deseando ser la tortuga para flotar, hundirse y nadar, con anchura y libertad. Luego, con ella en la mano, corre a lo largo del patio de nuevo, riendo, hasta alcanzar la gran higuera, debajo de ella se echa en el suelo. Allí ya tiene la tinaja vieja de latón preparada con agua. No suelta la tortuga para hurgar entre las hierbas, hasta encontrar dos caracoles, de los pequeños y blancos. Los aplasta con otra piedra, dejándolos caer en la tinaja junto con la tortuga, que apenas si cabe porque es una gran y vieja tortuga, de las llamadas mediterráneas. A ella parece no parece preocuparle no poder nadar, porque va a lo suyo: directamente a los caracoles, que indefensos, sin el refugio de sus conchas, no tienen otra alternativa que dejarse devorar. Adelita no ve ningún mal en ello, es la ley de la superviviencia, de la vida misma.
A Adelita su madre la llama, hay que dar la comida a los conejos…. Adelita coge su tortuga, la lanza de nuevo dentro del lavadero y corre hacia las jaulas donde la esperan con un fardo de hierba…La niña todavía no se ha hecho hoy el pelo, lleva puesto un babero viejo, anda descalza sin hacerse daño, es la niña más pobre del pueblo y también la más feliz del mundo… por eso mismo sonríe a aquella mujer, que allí, de pie en un peldaño de la escalera que lleva a la casa, la mira preguntándose quién es aquella niña que ríe y corre por el patio…
.....es su caja de los tesoros…
Adelita esconde algo en la mano, corre con sigilo por el extenso patio. Entre el lavadero y los rosales hay una pila de piedras que sujetan varias macetas con geranios, escarba entre ellas, hasta colar su mano por un hueco y sacar su caja de latón… esta algo oxidada pero no le importa, es su caja de los tesoros… Allí va a guardar lo que esconde en su mano, una pequeña concha de mar... mágica, porque cuando le alcanza el sol se tiñe con miles de colores nacarados. Junto a la concha hay un viejo prendedor de pelo con bolitas doradas, un cristal en forma de lagrima de color rojo y los dos ojos de cristal de aquella muñeca de cartón que se cayó en el fuego… Adelita mira y remira su tesoro, satisfecha cierra la caja, la esconde, tapa con una piedra su escondite secreto entre las macetas y sonríe a aquella anciana que la mira desde el primer escalón de la escalera, preguntándose quién es esa niña, qué hace rondando en su patio… 


continuará (pendiente de publicar) 


Este relato va dedicado a la niña que alguien muy especial para mi, en sus últimos días, veía correr por el pasillo de su casa... y que yo núnca conseguí ver.... pero sí imaginar.



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